No iba a este pueblo desde que era pequeña, sin contar una ruta a la isla que hice en coche hace unos años con un amigo, pero eso no cuenta, con lo que yo mareo con las curvas no fue para nada buena idea. Ya inaugurado la nueva carretera pensé que sería una idea genial, Aylan nunca antes había ido y Ayo y yo juntos tampoco.
La invitación era de mi amiga Laura, la Sarmiento grande, así que no me hizo falta pensarlo mucho más.
Madrugamos, desayunamos juntos en casa de mi mami, que se unió al día de relax, y nos pusimos en marcha. Hasta Agaete como si nada, luego unas cuantas curvas y el túnel nuevo y una hora y media después, más o menos, habíamos llegado.
Mami Rosi y Laurita nos recibieron, descargamos, ¡sí, muy típico nuestro ir como si nos fuéramos de viaje a cualquier lado!, y llevamos un ratito a Aylan al parque.
Después de comer, como si se nos fuese la vida en ello, obligatorio salir a pasear para asimilar todas esas calorías. Aylan sigue sin poder mojarse así que aunque el día y el pituso pedían gritos playa hubo que conformarse con ir a conocer El Charco, el comedero, la playa y de vuelta ya a casa una parada previa por el pueblo.
En cuanto a mi malestar con las curvas de la carretera, he de decir que en la ida se me pasó el trayecto rapidísimo, a la vuelta si que mareé un poco, a pesar de que tardamos mucho menos, una hora y diez minutos exactamente, pero abrí la ventana cerré los ojos y no los volví a abrir hasta llegar a Las Palmas. Nada que un sueñecito reparador no pudiese solucionar.
Un día de desconexión increíble, aire puro y vitamina D. Volveremos seguro.
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