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14 oct 2017

Güigüi con niños

Menuda aventura. Es la mejor manera de resumir esta odisea de ruta.

Ya se veía venir que la cosa no iba a salir del todo bien cuando me despertó mi novio tarde, después de que hubiese sonado la alarma y yo ni me enterase. Nuestros amigos esperándonos en el punto de encuentro y nosotros en la cama aún. Preparamos los bolsos a las prisas, vestimos a Aylan y nos preparamos a la velocidad de la luz.

Normalmente las entradas que hago en el blog es para recomendarles sitios que no pueden dejar de conocer y visitar en familia, pero en esta ocasión les adelanto que va a ser un consejo de más bien lo contrario.

Si todos los senderistas están en buena forma física y son personas acostumbradas a hacer ejercicio, pueden concluirlo, compartiendo los momentos de porteo de los niños, pero no es un camino sencillo. Si aún así decides hacerlo, este post te servirá para al menos no cometer los mismos errores nuestros.

Salimos corriendo y fuimos a desayunar todos juntos, otra parada que aunque indispensable para cargar baterías, nos hizo retrasarnos otro poco más. Total, llegamos a la playa de Tasartico sobre las 11:00, aparcamos los coches en el terraplén de tierra y nos dispusimos a comenzar.

Nos envalentonamos y mochilas a la espalda y niños en brazos, nos pusimos en marcha camino a la Playa de Güigüi. No puedo negarles que los paisajes y las vistas del trayecto en coche hasta aparcar fueron increíbles, las coloridas montañas de Los Azulejos si que son dignas de ver, pero hasta ese momento no sabíamos la que nos esperaba.

Justo antes de comenzar un cartel que decía "Ruta 4´44 Km" ¡ERROR! 6 km y pico reales de recorrido por dos, ida y vuelta. Dicho así 13 km parece poca cosa pero… ¡ERROR OTRA VEZ! A esto súmale el peso de las mochilas, con toallas, típicas mudas de los niños, unos bocadillos, fruta y agua, mucha agua, que acabó por hacerse poca.

Cuando llegamos a la primera cima, después de una pendiente súper empinada, con terrenos peligrosos de tierra suelta y barrancos, ya alguno quería regresar. Las vistas impresionantes nos daban al resto los ánimos para motivar a los más desganados. ¡No imaginábamos lo duro que se iba a hacer el camino de vuelta.


Eran tantas las ganas de llegar a la playa para poder descansar que a penas disfrutamos del paisaje del sendero y las increíbles vistas. La ida hasta la playa cansados, pero llevadera, 6 km y algo en dos horas justas.

Llegamos a la playa a la 13:00, una playa virgen de arena negra, con un agua súper limpia, pero NO APTA PARA NIÑOS, fuertes corrientes y un gran oleaje. Un baño para refrescarnos, les damos de comer a los niños y mientras ellos juegan en la arena, comemos nosotros también y se hacen las 14:30. No podemos salir muy tarde si no queremos que nos oscurezca a mitad de camino, así que charlamos un poco aprovechando que Aylan ya exhausto ha caído rendido, jugamos a las palas, otro baño y comenzamos a recoger todo, se despierta, bañamos a los niños con la manguera de agua dulce que hay en la playa, los secamos y vestimos.

Sobre las 16:00 cogemos rumbo de nuevo, esta vez más cansados, aunque con menos peso en las mochilas porque la comida ya no estaba en ellas sino en nuestras barrigas, aún así, casi el doble de tiempo tardamos en regresar. La basura si en nuestras mochilas, porque no vimos ninguna papelera.

Llegamos al coche a las 19:15, sin una gota de agua para los adultos, sólo el agua de los niños que era intocable, a nosotros gracias que nos ofrecieron agua los caminantes mientras volvíamos. Unas caras, entre enfado y cansancio…

Al día siguiente la mitad malos, la otra mitad lleno de agujetas.

Conclusión, una y no más. Eso, o ir caminando para acampar en la playa y previamente haber contratado el servicio de un taxi marítimo que te recoja al día siguiente.

A pesar del tute Zahira y Aylan privados, ellos si pudieron disfrutar de la parte positiva, el placer de las vistas del camino y el ratito de juegos en la playa. Los niños son los más felices.


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