Es duro sentir que pasas más tiempo de tu día a día con otros niños, que con el tuyo propio, pero más duro es dejarlo llorando porque no quiere que te vayas, tener que irte a trabajar cuando se acaba de despertar y volver cuando ya está bañado, cenado y durmiendo, o a punto de quedarse dormidito. A pesar de que adoro mi trabajo, no puedo evitar sentir que me estoy perdiendo momentos únicos de su infancia.
Ya habíamos logrado que Aylan durmiese prácticamente toda la noche del tirón en su cuna, y que en mitad de la noche sólo demandase el pecho una vez. Pues desde que he comenzado a doblar turno puede levantarse a lo largo de la noche hasta diez veces, sólo se queda dormido encima de mi, o dándome la mano, está inquieto e intranquilo y he vuelto a meterlo en nuestra cama.
Achaco todos estos cambios en su descanso y de su carácter, al poco tiempo que estamos pasando juntos, y al estrés que parece ocasionarle cuando me voy por las mañanas. Pese a que tengo la suerte de que se quedan en casa para cuidarlo y no tiene que madrugar más aún para llevarlo a casa de nadie, y está en un entorno familiar para él, no se queda de muy buen humor, no es sólo porque llore, es como llora y grita con un llanto de angustia.
No hay comentarios
Publicar un comentario